Cyanosarcina es uno de esos seres primitivos que inauguraron la vida en nuestro Planeta, quizá con una forma no exactamente igual a la que vemos ahora, pero sí muy parecida, es una cianobacteria. Cuando en los continentes no existía la vida, ni en el aire tampoco, en el agua, un reducido grupo de organismos como Cyanosarcina comenzó la conquista de la Tierra.

Las cianobacterias, junto con algunas bacterias, abrieron el camino para que el resto de los seres vivos surgieran, evolucionaran y conquistaran todos los rincones de este planeta, desde los polos hasta los desiertos, desde las fosas abisales, hasta las cumbres más altas. Para esa conquista fue necesario el cambio total de la composición de nuestra atmósfera y las cianobacterias, pacientemente, obraron ese milagro, gracias a la energía del sol y a sus pigmentos verdes. Así, por ese milagro de la vida y de la química cambiaron la atmósfera tóxica de un planeta recién formado en nuestra atmósfera respirable.

Cyanosarcina crece formando pequeños paquetes verdes envueltos en una matriz gelatinosa. Cuando se divide lo hace en las tres direcciones del espacio formando así pequeñas arquitecturas de bloques redondeados. Se conocen cerca de doce especies de este género, doce hermanas, y todavía queda en ellas algo de ese espíritu aventurero primitivo, unas se han instalado en los trópicos, otras son habitantes de las aguas termales, mientras que algunas, como la nuestra de hoy, prefieren las frías turberas de la montaña.

La fotografía de hoy, realizada a 400 aumentos empleando la técnica de contraste de interferencia, se ha tomado sobre una muestra recolectada hace varias semanas en una turbera próxima a la Laguna Larga de Soria, en las inmediaciones de los Picos de Urbión.

Cianobacteria colonial