Es tan pequeña que alguno, o muchos de sus detalles se nos escapan: su membrana cristalina y flexible está adornada con finas estrías que no vemos y su flagelo largo remata en una hilera lateral de invisibles pelos, es la sofisticación de lo diminuto que aparentemente se nos muestra tan sencillo.

Antes la llamaban Euglena pisciformis y ahora rebautizada estrena el de Euglena agilis, cualquiera de los dos nombres le encaja como un traje entallado.
Nuestra diminuta Euglena se mueve como un ágil pez en el agua, parece alegre por la bulliciosa compañía de miles de hermanas que nadan junto a ella.

Euglena agilis ha venido hoy de Tarragona, de una pequeña poza situada en una mina abandonada de Calcopirita.