El alma de Spirogyra está en su interior y se transparenta. Es esa cinta verde que se asoma pegada a su pared cristalina para ver el sol, son sus cloroplastos. Siempre en hélice, estos cloroplastos recorren toda su longitud, unas veces en muelle separado, otras veces, como aquí, en apretadas espiras, en ocasiones en cinta lisa y , esta vez, dibujando líneas sinuosas para conquistar cualquier espacio de luz que llegue al agua.

A veces los cloroplastos son únicos y entonces una sola cinta verde gira y gira en el interior de los filamentos transparentes que les dan cobijo; otras veces son dos, cuatro y hasta doce cintas, que jugando en trenzas, se disponen en esa armonía de espiral perfecta.

No importa que el agua las voltee, siempre, en cualquier circunstancia, parte de esa espiral de equilibrio verá la luz y trabajando dará vida a estas algas.

Se estima que son más de 400 especies las que representan a este género que se extiende por todo el planeta viviendo siempre en aguas dulces, cerca de la orilla, en los remansos de los ríos, en charcas, fuentes y lagunas y, sin embargo, esta espiral que parece tan diferente en unas y en otras no es su signo de identidad, aunque sí sea su alma verde.

Cabellos de seda verde cuando los encontramos en los bordes de una laguna; muestran su belleza en estas espirales sinuosas bajo el microscopio.

El reconcocimiento de muchas especies sólo es posible en la época de su fusión, en la que se produce una unión en escalera, especial y única, un apareamiento necesario para intercambiar material genético y fortalecerse y para hacer frente al reto de un nuevo ciclo de vida.

La fotografia de hoy, tomada sobre unas muestras de agua en los humedales de Salburúa ( Vitoria ) ha sido realizada a 400 aumentos empleando la técnica de contraste de interferencia.